viernes, 5 de octubre de 2007

LA QUÍMICA DEL AMOR



¿Cómo explicar que el sexo es un torrente de vitalidad para el organismo? Esa respuesta es lo que la ciencia comienza a develar. En un principio, buena parte de la explicación está concentrada en un delicado y más complejo sistema de descarga hormonal, disparada al momento de la excitación. "El sexo modifica la química del organismo", afirma el sexólogo paulista Moacir Costa. El deseo aumenta la liberación de hormonas sexuales (estrógenos en la mujer, y testosterona en el hombre) y de adrenalina, hormona que prepara al individuo para el acto sexual. La circulación sanguínea aumenta, y la región genital, llena de sangre, se dilata. A la mujer se le hincha la vagina y al hombre se le erecta su miembro. Al mismo tiempo que la excitación crece, otra sustancia entra al campo. Es la endorfina, responsable de la sensación de placer y satisfacción. El nivel máximo de liberación de esta sustancia corresponde al orgasmo. Es el momento en el que todas las células nerviosas del cerebro descargan su contenido eléctrico, provocando el relajamiento físico total. En la mujer, durante ese clímax también se libera otra hormona, llamada ocitocina, responsable de la contracción del útero.

Como se ve, el acto sexual produce una verdadera revolución dentro del organismo. Y esta danza de hormonas afecta el funcionamiento de todo el cuerpo, felizmente de forma positiva. Uno de los primeros beneficiados es el sistema de defensa. "El sexo es la gran válvula por la que fluyen sustancias capaces de fortalecer el sistema inmunológico", afirma el sicólogo Paul Pearsall. El especialista y otros investigadores descubrieron que a partir de la descarga hormonal aumenta la producción de células que combaten enemigos como virus y bacterias, y también de las que sirven como vigías, identificando y controlando cualquier reacción inesperada del organismo. Son ellas, por ejemplo, las que detectan e impiden a tiempo la proliferación desenfrenada de células, lo que caracteriza al cáncer.

Para el corazón, los efectos también son fantásticos, y lo confirman varios investigadores. Un sicoanalista inglés, defensor de la teoría que señala que las emociones ejercen fuerte papel sobre el organismo, demostró en un estudio con 100 mujeres de 40 a 70 años que habían sufrido infarto, que el 65% de ellas eran frígidas. O sea, no conocían el placer sexual. En Brasil, otro estudio realizado por el hematólogo Ricardo Manrique comprobó que el acto sexual previene la ateroesclerosis, dolencia caracterizada por el cúmulo de grasa en las paredes de los vasos, causada por la mala circulación sanguínea. En casos extremos, la grasa puede tapar los vasos y provocar infarto. El descubrimiento del profesor ocurrió en forma inusitada: una de sus pacientes sufría fuertes dolores en el cuerpo, provocados por la dificultad de circulación de sangre. Como la velocidad de su flujo sanguíneo presentaba oscilaciones -un día estaba más lento, otro, más rápido-, él investigó qué pasaba. Constató que los días en que la sangre fluía mejor, la paciente había tenido sexo la noche anterior.

"El orgasmo va acompañado de disminución de las plaquetas (células responsables de la coagulación sanguínea). Eso también significa que tiene una acción parecida a la aspirina, afinando la sangre", explica el hematólogo brasileño.

El orgasmo también ayuda a proteger contra dolencias cardíacas porque la endorfina liberada relaja las paredes de venas y arterias, facilitando el paso de la sangre y evitando el desgaste de las paredes de los vasos.

Una vida sexual satisfactoria guarda una relación inversamente proporcional con la depresión. Digamos que es el antídoto. "Existe consenso en que la depresión afecta más a los solteros que a los casados", comenta el siquiatra Rubens Pitliuk. Los investigadores no conocen la causa exacta de esa diferencia, pero hay indicios de que el orgasmo funciona como antídoto natural. De nuevo, la responsable sería la endorfina, por la sensación de bienestar que produce. Otra explicación refuerza la importancia del sexo contra la depresión: se sabe que es una enfermedad caracterizada por una baja en los niveles de serotonina y dopamina, sustancias que hacen la comunicación entre las neuronas y que están relacionadas con el humor.

En Estados Unidos, estudios hechos por la doctora Theresa Crenshaw, profesora de la Universidad de California, entrega otra justificación para los buenos efectos del sexo contra la depresión. Ella descubrió que la caricia sexual incentiva la producción de ocitocina, la misma sustancia que durante el orgasmo contrae el útero femenino. Entre otros efectos, ella promueve sentimientos de afecto y estimula el deseo de proteger a otra persona. Debido a sus investigaciones, dosis sintéticas de ocitocina están siendo usadas para tratar pacientes deprimidos en San Diego.
TOMADO DE : AzaMujer.

domingo, 30 de septiembre de 2007

¿NOS ENGAÑA NUESTRO CEREBRO?


Carlos J. Álvarez González

Doctor. Profesor Titular de Universidad. Departamento de Psicología Cognitiva, Social y Organizacional. ULL

Martes, 17 de abril de 2007

Nuestro cerebro es fruto de miles de años de evolución, siendo un mecanismo sumamente complejo. Como cualquier otro órgano, para poder entender por qué es así tanto estructural como funcionalmente, tenemos que referirnos a su carácter adaptativo desde la perspectiva de la teoría de la evolución de Darwin. En este sentido, nuestros procesos cognitivos son y han sido eficientes, rápidos y adaptativos de cara a la supervivencia. Un ejemplo lo constituye nuestra percepción, la cual nos suministra información relativamente fiable de lo que nos rodea con notable rapidez. Otro, nuestra memoria, cuya capacidad y velocidad de almacenamiento y recuperación no puede compararse al mejor ordenador.


Pero, como consecuencia de esta versatilidad, existen ciertas desventajas en este sistema de procesamiento de información tan eficaz, rápido, económico y, sobre todo, automático. En otras palabras, nuestro cerebro puede jugarnos malas pasadas y 'engañarnos' debido a la falta de control consciente de dichos mecanismos. Así, por ejemplo, las ilusiones perceptivas y las alucinaciones son más comunes de lo que solemos pensar y pueden darse en una amplia variedad de circunstancias. Nuestra percepción no supone realizar copias del mundo real, a modo de fotografías, sino que los mecanismos perceptivos son reconstructivos: nuestro cerebro añade información a la que se está procesando y viene de fuera, del estímulo. Puede afirmarse que nuestro cerebro, en buena medida, 'interpreta' de forma automática e inconsciente el mundo que nos rodea. Como fruto de esos automatismos, las ilusiones y las alucinaciones son frecuentes en personas normales y sin patologías. Son el precio que debemos pagar por la eficacia y rapidez (y automatismo, de nuevo) de nuestras funciones cerebrales. Las ilusiones ópticas, por ejemplo, se dan en todos los niveles de procesamiento o estadios del proceso de la visión, desde la percepción temprana de la imagen, donde nuestro sistema visual procesa básicamente el contraste (claros y oscuros), con poca influencia de nuestras representaciones mentales, pasando por la percepción del color (con mecanismos fisiológicos bien conocidos situados tanto en la retina como a nivel más central, en el tálamo y el córtex), hasta llegar a los niveles de percepción de la forma, del movimiento, de la profundidad, etc. Además, nuestras expectativas y creencias pueden influir en cómo percibimos el mundo.

Nuestra memoria a largo plazo posee una capacidad inigualable, si la comparamos con cualquier dispositivo artificial de almacenamiento de información. Pero como siempre, las ventajas adaptativas y el hecho de que nunca se agote nuestra capacidad memorística es a costa de algo. Es capaz de retener tanta información debido a sus propiedades selectivas y reconstructivas. Cada acto de almacenamiento de información supone una alteración (muchas veces automática y no consciente) del input o estímulo. Además, cada vez que recuperamos información, los recuerdos almacenados son transformados también y reconstruidos. Uno de los inconvenientes es que los recuerdos casi nunca son perfectos, sino que sufren elaboraciones y reconstrucciones. El caso más claro y más investigado recientemente es el de los recuerdos falsos. A pesar de que solemos creer lo contrario, la investigación demuestra que todos tenemos recuerdos falsos, de eventos que no han ocurrido o que no hemos visto, oído, etc. Además, resulta fácil implantar recuerdos falsos, bien de forma consciente o inconsciente, sobre todo en terapias de corte psicoanalítico o mediante hipnosis. Se ha demostrado que muchos supuestos recuerdos reprimidos o recuperados a través de la hipnosis (como aquellos de abusos sexuales en la infancia, o supuestas experiencias traumáticas) son realmente recuerdos falsos que el psicoterapeuta, involuntariamente, ha inducido en el paciente porque precisamente ese tipo de recuerdos son los que busca o espera encontrar. Es una versión de la denominada 'profecía autocumplida'. La repercusión de casos de supuestos abusos sexuales perpetrados muchas veces por los padres del paciente en la infancia, y 'recuperados' luego bajo este tipo de terapias pseudocientíficas, ha sido enorme en países como EEUU. La psicología científica ha salido al paso, demostrando en muchos casos que dichos eventos no existieron, sino que fueron inducidos en las sesiones terapéuticas. En esta misma línea, se ha demostrado también que no existe la llamada regresión hipnótica: el hecho de que podamos viajar al pasado o a otras vidas. Lo que realmente sucede es que el hipnotizado, normalmente personas muy sugestionables, es sugestionado para que 'viaje al pasado'. En realidad, lo que está haciendo es una especie de role-playing o ejercicio de imaginación.


Estas propiedades de nuestra mente explican muchas de las experiencias anómalas relacionadas, supuestamente, con lo paranormal y esotérico. Sin embargo, a la luz de lo que la psicología y las neurociencias nos enseñan, este tipo de fenomenología tienen una explicación racional en cómo funciona esa compleja y maravillosa máquina que es nuestro cerebro.

sábado, 29 de septiembre de 2007

PENSAMIENTO CRÍTICO Y MÉTODO CIENTIFICO

PENSAMIENTO CRÍTICO




El pensamiento crítico se propone analizar o evaluar la estructura y consistencia de los razonamientos, particularmente opiniones o afirmaciones que la gente acepta como verdaderas en el contexto de la vida cotidiana. Tal evaluación puede basarse en la observación, en la experiencia, en el razonamiento o en el método científico. El pensamiento crítico se basa en valores intelectuales que tratan de ir más allá de las impresiones y opiniones particulares, por lo que requiere claridad, exactitud, precisión, evidencia y equidad. Tiene por tanto una vertiente analítica y otra evaluativa. Aunque emplea la lógica, intenta superar el aspecto formal de esta para poder entender y evaluar los argumentos en su contexto y dotar de herramientas intelectuales para distinguir lo razonable de lo no razonable, lo verdadero de lo falso.


Tomado de WIKIPEDIA.

¿SON CONFIABLES NUESTROS SENTIDOS PARA ASEGURAR QUE ALGO ES VERDAD?

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